jueves, 13 de septiembre de 2012

Adios mujer.

Me estoy aguantando las ganas de decirte una barbaridad.

Una barbaridad que, por cierto, te la mereces.

Es curioso como las acciones desmienten a la gente sabes?
Es curioso como tus acciones te descubren cuando crees que estas a poco de lograr una estocada genial, pero tus propias idioteces te alejan de lo que sea que andabas tramando.

Eso te pasó. Te pasó una y otra vez desde hace un buen rato. Y honestamente, yo no moví un dedo ni en pro ni en contra.

Pero te doy crédito mujer, porque si no moví un dedo sencillamente fue porque no me dí cuenta, sino hasta que ya la última estocada me atravezo el corazón.

Aunque no te alegres demasiado, porque estoy seguro que cualquier otro tío mas espabilado te hubiera devuelto el favor antes de que dijeras "hola, soy fulana". Cualquier otro sujeto con menos cursilerías en su cavidad craneal se hubiera reído de tí antes de que pudieses pronunciar tus primeros comentarios esa tarde que te conocí. Esa maldita tarde que tuve a bien conocerte. Esa maldita tarde en la que debí haber dicho "pasó de tí".

Pero el punto es que, con algo de suerte, yo seré el último pendejo que arrastres a eso, porque honestamente, ya no estamos en el cole, y hasta los fulanos mas estúpidos empezamos a perder lo soñador por gente como tú.

Y los que siempre nos llevaron la delantera, puedes estar segura, que son peores.

Tan es así que, a lo mejor y hasta te encuentres a alguien que te la juegue a tí.

Pero el punto es que yo no soy y posiblemente, jamás seré uno de esos tipos. Yo, a lo mucho, puedo aspirar a no volver a meterme con otra como tú, porque de menos, ya sé cómo son ustedes.

Y ese es el punto. Esa es la razón por la que me aguanto las ganas de decirte una barbaridad. Porque yo tengo  tanta o más culpa que tú.

Ya lo he dicho: La pifiaste no muchas. Demasiadas veces. Tantas que debo reconocer, me llevo el premio al más imbecil de la plaza.

Que bueno que finalmente enseñaste el cobre.

Adios mujer.

Y no vuelvas por aquí en tu puta vida.